Resurreccionista: Una profesión de miedo

Jueves 28. – De noche salimos y conseguimos 3, Jack y yo en Hospital Crib… vendimos 1 a Taunton San Tomas.”  Así comienza el libro “El Diario de un Resurreccionista” que James Bailey publicó en 1896 el cual contiene porciones del diario que escribía un miembro de una banda de resurreccionistas de Londres a principios del siglo XIX.  ¿Quienes eran los resurreccionistas? Las personas que se dedicaban a desenterrar cadáveres de sus cementerios y lugares de reposo para después venderlos por una buena suma de dinero.

Tan viejo como la historia de la humanidad existen los saqueadores de tumbas, quienes robaban todas las ofrendas que de mucho o poco valor habían sido depositadas con el cadáver. Pero para los resurreccionistas el botín no era ni más ni menos que el mismísimo cadáver. Los clientes de los resurreccionistas usualmente eran las universidades con estudios de medicina. Los cadáveres con quienes los estudiantes tenían que practicar eran tremendamente escasos, dado que por cuestiones religiosas, ningún familiar del difunto deseaba “donar” el cuerpo  de su ser querido a la ciencia.  Al ser requeridos los cadáveres para estudios de medicina, los resurreccionistas tenían que proveer de cadáveres “frescos”.

Desde el siglo XIV se sabía de estudiantes de medicina italianos robando cuerpos, pero un suceso más relevante fue en el siglo XVI en Francia, cuando Andreas Vesalius, estudiante de medicina, comenzó a robar cuerpos del cementerio de Paris. En ese tiempo, los únicos libros de anatomía que se tenían habían sido escritos por Claudio Galeno, 1300 años antes. Vesalius realizo más de 200 correcciones  a los libros de Galeno basado en sus propios descubrimientos disecando los cadáveres robados, y de paso comenzó la nueva era de la medicina.

En el siglo XVIII y XIX vino la proliferación de las Universidades en los países más desarrollados del mundo junto con la revolución científica del periodo, y esto trajo un exponencial incremento en la demanda de cuerpos.  Y donde más fuertemente tuvo repercusiones fue en Inglaterra. Aunque ilegal y penada con cárcel, esta actividad era muy redituable. Llego a ser tan común, que los familiares del recién fallecido tenían que hacer guardia al lado del cadáver todo el tiempo para evitar su robo. Aun más. Cuando el cadáver ya había sido enterrado, aun seguían haciendo guardia, y unos llegaban a poner rejas alrededor del sepulcro para evitar a estos saqueadores. Muchas de estas tumbas aseguradas con barrotes aun existen hoy en día.

Esta situación en Inglaterra termino con la Ley de Anatomía de 1832. Dado que la situación había llegado a extremos alarmantes, ya que algunos resurreccionistas habían llegado hasta al asesinato con tal de conseguir cadáveres cuerpos que vender. Esta ley indicaba que ahora, los maestros de anatomía en las universidades iban  a tener acceso legal a todos los cuerpos que no hubieren sido reclamados, especialmente a los que hubieran muerto en prisión. La ley permitía también que una persona pudiera donar su propio cuerpo o el de un familiar, si no había objeción de otros parientes, a cambio de que la escuela de medicina beneficiada pagara por todos los gastos del funeral. Esta ley fue copiada y adaptada en todos los países que sufrían de este problema. Y así, rápidamente, disolvieron cualquier necesidad que había del Resurreccionista.

Por: Guillermo Garnica 

Vida y Profesión
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